En México, existen innumerables mitos y leyendas, los que enriquecen nuestro gran acervo cultural. Basta recorrer las calles empedradas de algún pueblito escondido en el pasado, para que sus lugareños nos platiquen con emoción sobre algunas de las leyendas que se han enraizado en el imaginario de los mexicanos. Les debo confesar, que disfruto mucho esos relatos, ya que provocan a la imaginación y nos regalan veladas únicas que se repiten de generación en generación.
Uno de los mitos que más me ocasionaba interés, desde niño, es el de los nahuales. Mi abuelita ya me contaba de ellos, alrededor de la fogata. Como todas las leyendas mexicanas, están enriquecidas por hechos extraordinarios, narraciones detalladas y magia que se mezcla con el realismo, sumergiéndonos en un mundo en el que no podemos distinguir la barrera entre la fantasía y la realidad.
Un “nahual”, es una persona que tiene la habilidad para transformase en un animal, es un brujo o chaman, con poderes mágicos, se dice, que tenían poderes curativos, pero también se dice que eran criaturas malvadas que atacaban a los indefensos. Los nahuales son protegidos por el dios Tezcatlipoca, el dios de la noche, por lo que únicamente se les podía ver rondando en la oscuridad bajo la piel del animal con el que habían logrado la metamorfosis.
Es una leyenda bastante extendida en el territorio mexicano, desde los Yaquis del norte hasta los mexicas, en el Valle de México, la leyenda estaba muy arraigada. Los conquistadores españoles, también contribuyeron a extenderla, ya que creían que sus hijos eran atacados por los nahuales con hechizos que les provocaban daños que podrían conducir a la muerte, se decía que el nahual se chupó al niño. La Santa Inquisición, persiguió con interés a los nahuales, considerando que sus poderes eran infernales y muchas personas también fueron injustamente juzgadas por esas acusaciones.
Cabe señalar, que en las culturas antiguas mesoamericanas, los animales eran venerados y respetados, por eso se les vincula constantemente con los dioses de la cosmovisión prehispánica. Por eso existía la creencia, que cada ser humano estaba protegido por un espíritu guía, un espíritu animal, un espíritu con el que se encontraba estrechamente vinculado. Los nahuales, eran personas que tenían un vínculo muy fuerte con su animal protector y por eso tenían la facultad de transmutarse por las noches, con su animal guardián. Frecuentemente se les relacionaba, con jaguares, coyotes, ocelotes, búhos, entre otros animales de hábitos nocturnos, aunque no está limitado solo a estos animales.
Todavía, existen lugares en México, en los que si se ve una ave constantemente cerca de una casa, se le considera de mal augurio, porque seguro que es un nahual que quiere provocar daño a alguna persona dentro de esa familia. Muchas especies de animales, están en peligro de extinción porque las supersticiones todavía tienen mucho peso.
El termino nahual es del náhuatl, tiene raíz en nahualli y quiere decir, oculto, engaño o disimular, porque lo nahuales no son fáciles de ver, son cautelosos, se escurren entre las sombras nocturnas, para sorprender a los incautos, también robaban semillas y tenían especial interés en atacar a los animales de granja.
Recuerdo un relato que me compartió un viejo, en Tulancingo, Hidalgo, me decía que de niño, salió con sus ovejas a pastar al monte, pero que ese día no encontraba hierba fresca, por lo que caminó más de lo normal, hasta que encontró un lugar en donde las ovejas podían pastar. Se sentó un rato y le ganó el sueño, por lo que lo sorprendió la tarde, las ovejas se habían dispersado y él con temor a que lo regañar se dedicó a buscarlas por largas horas, hasta que cayó la noche. Entre la oscuridad se dio cuenta, que estaba perdido en el monte y no se veía luz, o alguna referencia para donde caminar. De pronto, encima de una roca, iluminado por los rayos de la luna llena, apareció un perro en la oscuridad, un perro flaco pero grande, que le daba miedo, por la mirada penetrante que lo atravesaba. El perro aulló, se dio la media vuelta e hizo un gesto con la cabeza, como señal de que lo siguiera. Después de unos segundos paralizado, el viejo en ese entonces niño, decidió seguirlo, no tenía nada que perder, después de todo estaba solo en el monte y caía la noche, podrían llegar coyotes u otros depredadores. El perro caminaba con paso tranquilo, se podían ver sus costillas marcadas en los costados y una espalda inusualmente arqueada hacia la parte de arriba, las extremidades de atrás eran más largas. Constantemente volteaba, a ver el niño, para constatar que todavía lo seguía. Pasaron un par de horas y por fin, el niño, pudo ver su pueblo entre la oscuridad, el perro le llevaba ventaja por algunos metros, el niño corrió contento porque había regresado a casa y porque el perro lo había salvado, cuando llegaron a la primera calle del pueblo, el perro da algunos brincos, dobla en una esquina y se mete en un callejón oscuro. El viejo cuenta, que corrió hacia el callejón para darle unas palmaditas a ese buen perro que lo había llevado de regreso a salvo. Dio la vuelta en la esquina y cuando entró en la calle, salía un viejo flaco, que caminaba muy despacio y que le dijo, “buenas noches”, el niño sin prestarle atención siguió hacia la calle para buscar al perro, pero estaba muy oscura, al caminar hacia el fondo se da cuenta que era una calle cerrada. No había otro lugar a donde se haya ido el perro, por lo que él aseguraba, que el viejo flaco con el que se había cruzado en la entrada de la calle, era el perro que lo había salvado. Al perro nunca más lo volvió a ver. Ese viejo, pensaba que los nahuales eran protectores y en Tulancingo, algunas personas mayores, todavía consideran que los nahuales, cuidan a su pueblo.
Las leyendas son muchas y están adecuadas de acuerdo a la región. En Coyoacan, Ciudad de México, hay un paseo nocturno en el que cuentan leyendas mexicanas y mencionan a los nahuales. Los españoles realmente les temían y los indígenas los veneraban y protegían.
La leyenda ha traspasado el tiempo, es una de las más conocidas en México y no deja de sorprendernos, hace algunos años, en la década de los 90´s, surgió una leyenda que se le llamaba “el chupacabras”, algunos de los viejos que saben, decían que se trataba de un nahual que venía a cobrar venganza. Pero después no se supo el destino de esa feroz criatura.
Los nahuales, han generado gran curiosidad en los habitantes del Valle de México y su leyenda seguirá extendiéndose, en algunas de las carreteras del país, se habla de avistamientos continuos de estos extraños personajes. Los mexicanos, seguirán creyendo en estas criaturas mágicas, así como todavía se cree en la llorona. Son parte de la cultura y lejos de ser incrédulos, reconocemos que sus relatos generan gran curiosidad y despiertan las ideas.
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